Desde que somos niñas y niños nos enseñaron a que el amor de pareja es sinónimo de amor romántico. Esto nos enseña que debemos aguantar y entregarlo todo por amor, que está bien sufrir por la otra persona y que hay que sacrificarnos hasta las últimas consecuencias, ya que el amor todo lo puede, todo lo permite y todo lo perdona.
Bajo el esquema del amor romántico comenzamos a valorarnos cada vez menos y exponernos a distintos riesgos, como por ejemplo la violencia. Comenzamos a aislarnos del resto, a dar nuestras claves y contraseñas como muestra de amor y confianza, a aguantar enojos excesivos, a vestirnos y/o comportarnos diferente frente el resto, a justificar lo injustificable, a soportar el control, los gritos, las relaciones sexuales sin consentimiento, los golpes, etc. ¿Te suena familiar?
A la inversa, el amor propio nos permite enfrentar la vida y sus dificultades con menos posibilidad de riesgo, ya que tomamos mejores decisiones. Desde el amor propio es posible querer realmente al resto y establecer relaciones sanas. Nos enseña a decir que NO sin culpa (pucha que nos cuesta decir que no) y nos hace personas más libres y felices. Por lo tanto, cuando dejamos de cuidarnos y protegernos es cuando corremos el riesgo de exponernos a la violencia.
Apelar al amor propio significa ser auténticos/as, honestos/as y priorizar el bienestar personal y el de las personas que nos rodean. Esta decisión nos permitirá detener la violencia o simplemente dejar de sufrir (o hacer sufrir) innecesariamente. Decidir por ti es primordial para lo que viene: contarle a alguien, terminar la relación dañina, riesgosa o tormentosa, alejarse de la persona que ejerce violencia, denunciar o lo que sea necesario para vivir en paz.
Verás que una relación sana, libre y respetuosa es posible. ¡¡Ah!! Y que quede muy claro: el amor NO todo lo puede, NO todo lo permite y NO todo lo perdona. El derecho a una vida libre de violencia no se transa.
Equipo #PololeoSinViolencia